Rabino Darío Feiguin
Congregación B´nei Israel, Costa Rica.
Una Suká de tres paredes
Antes de la alegría de Simjat Torá, de los bailes y las canciones, de la finalización y el re-comienzo de la lectura de la Torá, una vez más, decimos Yizkor.
Un poco por la idea de Yizkor, otro poco por el recuerdo de una persona con quien hablé hace un tiempo y que quería terminar con su vida, y mucho por la tensión que brota espontáneamente dentro de mí para tratar de encontrar la veta para unir nuevamente lo quebrado, es que quiero compartir este Shabat, una idea que trae en su libro, el Rabino Sidney Greenberg.
Además, se me ocurre que esta tensión entre la vida que extraño y la que no soporto, no es sólo mía. Es una tensión que hace a la condición humana, y por lo tanto, es también de todos y cada uno de nosotros.
El Rabino Greenberg recuerda al Midrash, que dice que cuando Job se queja ante Dios, Dios le muestra “una Suká de tres paredes”. Job es el personaje bíblico que se estudia como el prototipo del justo que sufre. A él, de acuerdo al Midrash, Dios le muestra una Suká de tres paredes.
¿Por qué de tres paredes?
1) Dice el Rabino, que Dios quiere recordarle a Job, y al Job que cada uno de nosotros lleva adentro, que la Suká de cada uno, tiene una pared faltante. Por supuesto que todos quisiéramos una Suká de 4 paredes: un matrimonio feliz, hijos sanos y rectos, una carrera exitosa, buena salud y larga vida. Sin embargo, hoy en día, nadie tiene una Suká de 4 paredes. El sufrimiento, el fracaso, la falta de salud, la frustración, son comunes a todos. Nadie está exento. Y el que dice lo contrario, miente.
Por eso la Suká de 3 paredes es hoy en día la regla. No la excepción.
2) Dicen los Rabinos. “Una Suká de 3 paredes es Kasher”. A pesar de esa pared faltante, continúa de pie. De algún modo la vida sigue. La vida está llena de angustias, pero también llena de caminos para sobreponerse a ella. Caen partes de paredes, y se agregan otras.
Como Rabino y consejero, no puedo decir que hay una sóla fórmula para salir de la angustia existencial. Pero sí se que otros salieron, y que podemos ser tan sabios y luchadores como ellos. Podemos no quedarnos enganchados sólo en la pared que falta, sino que podemos también ver las 3 que se yerguen firmes. Ni siquiera las pérdidas de nuestros seres queridos se nos van del todo, sino que quedan imborrables en algún lugar de la memoria. Seguimos hablando de ellos, llorándolos y amándolos.
Harold Rusell, fue un veterano de la Segunda Guerra Mundial que perdió sus manos. El relató su historia en un libro al que llamó irónicamente “La Victoria está en mis manos”. En él dice:
“Lo que cuenta no es lo que perdimos, sino lo que dejamos”.
En otras palabras, no es lo que se nos escapa sin decidir, sino aquello que podemos retener, que podemos ser, que podemos vivir, y lo dejamos en el camino.
Pertenecemos a un pueblo que desarrolló este arte de sobrevivir en una suká de 3 paredes. A pesar de la perdida de la tierra, la dispersión, las persecuciones y las tragedias, no perdimos nuestra humanidad, nuestra compasión y nuestra dedicación a la Justicia, la Libertad y la Paz.
Y otra cosa más. Desde esa pared que cayó, podemos ver las que cayeron en las sukot de al lado. Desde la experiencia de mis vacíos, puedo ser sensible a los de los demás.
Todos somos vulnerables. Todos vivimos pérdidas. A todos nos faltan afectos y significados. La vida es imperfecta y pareciera que esa es también nuestra condición.
Creo que es hora de aceptarla. De no creerse tan omnipotente.
Creo que es fundamental para poder recordar en el Yizkor lo que perdimos.
Y creo que es indispensable para poder visualizar lo que dejamos de vivir.
En el Birkat Hamazón, la bendición después de las comidas, de las festividades, agregamos una frase: “Harajamán hú iakím lánu et Sukat David hanofelet” =
“Dios Misericordioso, restaura la suká de David que se desmoronó”.
Porque es cierto. Nos gustaría que llegue el día en el que todas las sukot estén enteras e intactas. Pero hasta que ese esperado día llegue, tenemos que hacernos de una suká de tres paredes, para recordar lo que perdimos sin querer, para recuperar lo que dejamos y podríamos haber retenido, y para restaurar nuestra propia vida, que se parece a una suká, para que se llene de belleza, de alegría, y de paz.
¡Shabat Shalom umoadim lesimjá!
Rabino Darío Feiguin
B´nei Israel Costa Rica