Una de las cosas que hace especial a esta noche de Kol Nidré es que hay tiempo.
A diferencia de otras ocasiones en donde hay cierta premura por salir de la sinagoga, en este caso, estar aquí es la mejor opción que tenemos y eso me permite detenerme, quizás un poco más de lo habitual, en la reflexión y en el análisis de algunas ideas, o al menos hacerlo con un menor sentimiento de culpa. Pero no se preocupen, esta vez me porté bien…
Mañana por la mañana vamos a leer en la Torá la descripción del ritual de la expiación que se realizaba en tiempos bien antiguos en este mismo día. Dos animales machos y sin defecto, eran traídos ante el Cohen Gadol (Sumo Sacerdote) y se hacía un sorteo entre ellos; uno se ofrendaba a Dios y el otro, depositario de las faltas del pueblo era enviado a Azazel, fuera del campamento. Era el chivo expiatorio.
Esto lo comentaremos con más detalle mañana, lo que quiero destacar aquí es el acto de la lectura, el estudio de la Torá que nos acompaña (o nos debería acompañar) cotidianamente como factor constitutivo de la experiencia judía.
La lectura sinagogal de la Torá fue instituida en una época en donde casi no había libros. De allí su importancia para que la gente conozca el texto sagrado y pueda escuchar aquello que Dios había revelado. No era un conocimiento que había que guardar en una elite, sino que había que transmitirlo, enseñarlo.
En nuestros rezos, el momento de la lectura de la Torá pretende recrear aquel encuentro único entre lo divino y lo humano ocurrido en el monte Sinai, cuyo testimonio y legado es el texto de la Torá. De allí que el estudio de nuestros textos sagrados sea un canal que nos permite vincularnos con lo divino, con lo trascendente.
Y también mañana, casi al final del rezo de la mañana, la plegaria incluye un extenso pasaje que describe como era la ceremonia de expiación en la época del Templo.
Se nos cuenta que, por única vez en el año, en Yom Kipur, el Cohen Gadol, ingresaba al Kodesh Hakodashim, al lugar más sagrado del Beit Hamikdash y allí como parte del rito de la jornada pronunciaba el nombre inefable de Dios ante el silencio y la expectativa de los miles de fieles que se congregaban esperando la absolución de sus faltas.
A este ritual se lo denomina Avodá, palabra que literalmente significa “labor” o “servicio” y que en el marco rabínico se la traduce como Culto, en el sentido de lo ceremonial litúrgico.
La Avoda de Yom Kipur era tan significativa en la experiencia del pueblo que el Talmud nos da detalles de sus minuciosidades y sus preparativos. Estos incluían la disponibilidad de un sacerdote suplente que debía estar en estado de pureza en caso de que al Cohen Gadol le ocurriera alguna situación que le impidiese llevar adelante la ceremonia.
La palabra Avodá se convirtió en el término que se utiliza para referirse al mundo de la oración y los rituales. “Avodá Shebalev”, el servicio del corazón dice Maimónides, refiriéndose a la plegaria. La Avodá, en ese sentido amplio, también nos brinda mecanismos que nos permiten relacionarnos con Dios.
Así que tenemos Torá, el estudio por un lado y la Avodá, la liturgia y los rituales por el otro.
Y eso me lleva a un conocido pasaje del pensamiento rabínico. En la Mishná, casi al principio del Pirkei Avot, Shimon Hatzadik, Simón el justo, quien fue uno de los últimos miembros de la Gran Asamblea y vivió en el siglo III AEC enseña:
Al Shloshá Devarim Haolam Omed – el mundo se sostiene por tres cosas:
Al Hatorá Veal Haavodá Veal Guemilut Jasadim – por la Torá, por la Avodá y por Guemilut Jasadim, por hacer actos de bondad.
En la cosmovisión de Shimon Hatzadik, la creación esta afirmada sobre un trípode, lo que significa que cada uno de los tres parantes – la Torá, la Avodá y Guemilut Jasadim – es indispensable para la subsistencia de la creación.
Y esta dinámica se plantea además como un modelo triangular para definir nuestras relaciones.
Cuando hablamos de Torá, – en forma amplia el estudio de nuestros textos sagrados – definimos la relación de Dios con lo humano en sentido descendente. Dios nos habla por medio de dichos textos. El estudio es la oportunidad para renovar nuestra escucha del mensaje divino.
La Avodá nos concibe en esa misma relación con lo divino, pero en sentido ascendente. Los rezos, los rituales, las ceremonias son intentos que partiendo desde lo humano pretenden elevarnos hacia lo trascendente. Buscamos en esas experiencias conectarnos con Dios.
Y la base del triángulo, representado en el diagrama del trípode que sostiene al mundo en la visión de Shimón Hatzadik es la relación entre las personas que se debe dar por medio de Guemilut Jasadim, de acciones de bondad.
Es esa práctica del bien entre las personas lo que aterriza, o, mejor dicho, lo que hace terrenal a los otros dos parantes. Nuestro estudio, nuestras tradiciones y nuestros rituales se vuelven relevantes solo cuando nuestras buenas acciones se convierten en parte esencial de nuestra vida. Nuestro vínculo con lo divino debe estar alineado con nuestro vínculo con la humanidad.
En palabras de Martin Buber, notable filósofo judío del siglo XX: “Una verdadera relación con Dios no se puede lograr si las relaciones “humanas” con el mundo y con la humanidad están ausentes. Tanto el amor al creador como a aquello que ha creado son finalmente uno y lo mismo.”
Guemilut Jasadim es una actitud de vida que tiene que ver con la generosidad, con la entrega, con reconocer en el otro a un ser humano como yo. Sin esos actos que definen nuestra humanidad, la dimensión divina de nuestras vidas se atrofia, se vuelve vacía y el mundo en la visión de Shimón Hatzadik ya no puede sostenerse.
Guemilut Jasadim es hacer concreto el mandamiento Amarás a tu prójimo como a ti mismo, que según Rabi Akiva es la más importante de todas las Mitzvot de la Torá.
Mientras que la Tzedaká se relaciona con los aspectos económicos de la ayuda al necesitado, Guemilut jasadim es mucho más amplio. El Talmud en el tratado de Sucot nos dice que Guemilut Jasadim es más abarcadora que la Tzedaká, pues mientras que esta sea hace con la plata de uno, Guemilut Jasadim se hace con la plata de uno y con uno mismo.
Lo que lo sabios nos enseñan es que Guemilut Jasadim incluye también los temas monetarios o laborales, pero va más allá. Requiere empatía, dar tiempo, sensibilidad, conectarse con el prójimo, que como su etimología lo indica debe ser próximo física y afectivamente.
No me malinterpreten, no es que debo ayudar solo a los que están cerca de mí, sino que por el contrario el acto de Jesed, el acto de bondad dirigido a otra persona, lo vuelve próximo, me acerca a él.
Y parte de ser una comunidad, un Kahal Kadosh, una congregación sagrada, demanda – siguiendo el enfoque de Shimon Hatzadik, un fuerte compromiso de Guemilut jasadim tanto interna como externamente.
A nivel interno, en el sentido de poder ayudar y ser generosos con los miembros de la congregación en pequeños gestos y también en acciones importantes. Actuando con solidaridad y compromiso, apoyando al que lo necesita económica, afectiva y socialmente.
Y puedo compartirles que en mi privilegiada posición de Rabino de la congregación me ha tocado ver increíbles muestras de Guemilut Jasadim, acciones nobles de auxilio, de aliento, de sostén en momentos difíciles… muchas veces incluso me ha tocado ser el vehículo de esa acción por la cual se hace llegar una ayuda, manteniendo el anonimato de quien extiende su mano para preservar la dignidad de quien recibe.
Y les confieso que me gustaría ver más. Algunas de nuestras familias están atravesando una coyuntura desafiante en muchos niveles, laboral, social, familiar y es allí donde la presencia y el apoyo de un correligionario puede hacer una enorme diferencia.
Y Guemilut Jasadim también tiene que ser hacia afuera, como comunidad debemos hacer esfuerzos para expresar nuestra convicción de ver en el otro – en cualquier otro – a un hermano.
Nuestra congregación ha dado muestras de tener ese compromiso como uno de sus ejes centrales. En este año que acaba de finalizar renovamos nuestra campaña de apoyo al programa “Desayunos para Días Mejores” del Banco de Alimentos con una donación de mil litros mensuales (aunque aprovecho para decirles que no todos los meses logramos llegar con holgura a la meta).
También participamos del Zapatlón, donando más de 500 pares de zapatos en una iniciativa de Fundayuda y que realizamos junto con la parroquia San Lucas.
Hace unos días, justo antes de Rosh Hashaná realzamos nuestra primera campaña de donación de sangre para el Hospital Oncológico que llamamos RH (juego de palabras que hace alusión también a Rosh Hashaná) en positivo y esta semana estamos recogiendo donaciones para la comunidad judía de St. Thomas, severamente afectada por los últimos huracanes.
Y lo que quiero destacar, es que estos actos de Guemilut Jasadim no son periféricos ni complementarios a nuestra misión como congregación, sino que son parte de su esencia. (y entre paréntesis, también creo que debierán ser más).
Por supuesto que la sinagoga debe ser un lugar de Torá y Avodá y también – a ese mismo nivel – debe ser una comunidad de Guemilut Jasadim. Es más, me atrevería a decir que en la combinación de lo que llame Guemilut Jasadim interna y externa se define la calidad de la comunidad que estamos construyendo.
Llevo en mi sermón 16 veces el término Guemilut Jasadim y no puedo terminar sin hacer algunos comentarios al respecto.
“Guemilut” viene de la raíz G. M. L. que significa realizar, hacer. Tiene un componente práctico, activo. No es una declaración de principios ni la expresión de una intencionalidad, es por definición una acción.
“Jasadim” es el plural de Jesed, una palabra bíblica que significa amor, bondad, amabilidad, gracia. Y ¿por qué Jasadim está en plural?, es decir son ¿actos de bondades? Porque la acción es meritoria tanto para quien la da como para quien la recibe.
Al Shlosha Devarim Haolam Omed – el mundo se sostiene por tres cosas:
Al Hatora Veal Haavoda Veal Guemilut Jasadim – por la Torá, por la Avodá y por Guemilut Jasadim.
En este Yom Hakipurim, reunidos como un Kahal Kadosh, como una congregación sagrada renovemos nuestro compromiso de Guemilut Jasadim.
En esta jornada solemne, llena de Torá y Avodá asumamos la responsabilidad de aportar nuestra férrea convicción de llevar una vida colmada de actos de bondad.