Rabina Daniela Szuster
Cuenta el Talmud que caminaban cuatro grandes sabios: Rabí Gamliel, Rabí Elazar, Rabí Iehoshua y Rabí Akivá. Llegaron al monte Scopus de Jerusalem. Desde ahí contemplaron los escombros de la ciudad destruida. Rasgaron sus vestiduras en señal de duelo. Cuando arribaron al monte de la Casa de D”s, vieron un zorro que salía de entre las ruinas, del lugar donde otrora estaba el Santuario. Entonces todos se lanzaron a llorar de pena. Menos Rabí Akiva que se reía.
-¿Por qué ríes? -preguntaron atónitos.
-¿Por qué lloráis? -Por la profanación del lugar del Santuario donde se pasean zorros. -Por eso mismo río yo. En los libros proféticos está escrito: «Sión será recorrida por arados, y Jerusalem será colinas de escombros» – (Mijá III, 12). Vemos que la profecía se ha cumplido. También dijeron nuestros profetas: «Aún volverán a asentarse ancianos y ancianas, en las calles de Jerusalem» – (Zejariá VIII, 4).
Si una profecía se cumplió, también la otra, la del consuelo, habrá de cumplirse con toda seguridad. Por eso me alegro: por el final de la redención. -¡Nos has consolado, Akivá!»- (Makot, 24).
Es llamativo que estando varios sabios en un mismo lugar, unos rasgaron sus vestiduras en señal de duelo y otro se regocijaron. Unos se aferraron a la triste realidad actual y otro, Rabi Akiva, pudo mirar más allá del horizonte. Rabi Akiva pudo ver que, luego de tanto dolor llegaría la época del consuelo, de la nejamá.
Cuenta una antigua historia china acerca de una mujer cuyo único hijo muere. Presa del dolor, va a ver al hombre sabio y le dice:
“¿Qué oraciones, qué encantamientos mágicos conoces para devolverle la vida a mi hijo?
En lugar de echarla o tratar de razonar con ella, el sabio le dice: “Tráeme una semilla de mostaza de un hogar que no haya tenido jamás una pena. La usaremos para alejar la pena de tu vida. La mujer partió de inmediato en busca de la semilla de mostaza mágica.
Primero llegó a una espléndida mansión, llamó a la puerta y dijo: “Estoy buscando un hogar que no haya tenido jamás una pena. ¿Podría ser esta casa? Es muy importante para mí.
Le respondieron: Has venido a un mal lugar, y comenzaron a relatarle todas las cosas trágicas que les habían sucedido.
La mujer pensó: ¿Quién mejor que yo que he tenido una desgracia, para ayudar a estos pobres desafortunados? Se quedó con ellos y los consoló y después siguió la búsqueda de un hogar donde jamás hubo una pena.
Pero dondequiera que fuera, en chozas y en palacios, encontró un relato tras otro de tristezas e infortunios. Finalmente, se dedicó con tanto empeño a consolar el dolor ajeno que olvidó su búsqueda de la semilla de mostaza mágica, sin comprender jamás que, en realidad, había alejado la pena de su vida.