Parashat Bamidbar

Bamidvar 1:1-4:20
Haftarah: Oseas 2:1-22

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana

Rabina Daniela Szuster
Congregación B´nei Israel, Costa Rica

 
Shavuot: un reencuentro con el desierto y el manantial de vida
Este Shabat leeremos Parashat Bemidvar, dando inicio al cuarto libro de la Torá. Según la tradición, la costumbre es leer esta parashá en el Shabat anterior a Shavuot, fiesta que conmemoramos la entrega de la Torá. ¿A qué se debe esta conexión entre Bemidvar y Shavout? Sin ahondar demasiado, los mismos términos Bamidvar y Shavuot encierran cierta respuesta al interrogante planteado. La Torá no fue entregada en Egipto ni en Israel, sino justamente durante la travesía en el desierto, entre la esclavitud y la soberanía: fue entregada en el desierto de Sinai.
En Egipto, siendo esclavos, no podían entender acerca de reglas como ser el respeto, la responsabilidad, el compromiso, etc. Quien no es libre, no puede acatar normas de convivencia. Al llegar a Israel, ya debían haberse conformado como un pueblo, teniendo reglas, pautas y valores que los unificaran, para poder independizarse y declararse soberanos. Es en el desierto que D”s entregó la Torá, un lugar infértil, inhóspito y desolado. Según la tradición, se entregó la Torá en tierra de nadie con el fin de recordarnos constantemente que nadie en particular es dueño de ella sino que fue entregada a todos por igual. También se entiende de este hecho, que la Torá no se encuentra supeditada a las limitaciones que imponen el espacio geográfico o el tiempo; es nuestra misión preservar sus preceptos en todo lugar y en cualquier época.

La Torá fue entregada en un lugar de soledad, de sed y de pesadumbre. Justamente en el lugar más difícil de habitar es que D”s les dio más que un aliento: un manantial de vida para todas las generaciones. En momentos en que nos sentimos desérticos, la Torá, llena de vida, de sabores, y caminos, nos estimula a florecer. Según nuestros sabios, así como nuestros antepasados no dejaban pasar tres días sin tomar agua (Shemot 15:22), de la misma manera no podemos dejar transcurrir más de tres días sin leer de la Torá, nuestro eterno manantial de sabiduría y fe (Talmud, Bava Kama 82a).

Los momentos más sublimes y espirituales vivenciados por diferentes personajes de nuestra tradición fueron justamente en lugares desérticos. Moshé encontró a D”s en la reseca zaza ardiente que yacía en el desierto (Éxodo 3:1). También en el desierto experimentaron momentos inefables con la divinidad profetas como Elija (I Reyes 19:8), Amos (Amos 1:1) e Yrmiahu (Yrmihau 9:1). Es en aquella soledad, a veces aterradora, a veces encantadora; en la que pueden emerger los sentidos más profundos y relevantes de nuestra existencia. Viviendo en poderosas ciudades modernas, nos da demasiado temor estar solos en el desierto. Quizás debamos seguir el camino de nuestros profetas, alejarnos un poco, sentir sed de espíritu, de emociones y de ilusiones, para encontrar los manantiales de vida que le dan sentido a nuestra existencia. No es en las tierras fértiles y fructíferas donde se encuentran los sublimes y más preciados tesoros. Tampoco lo reciben las personas más prestigiosas y exitosas, sino la generación del Midvar, del desierto, una generación que sufrió la amarga y apesadumbrada esclavitud, así como la desafiante y dulce libertad. Una generación que no logró ingresar a la tierra prometida.

Quiera D”s que en este Shabat Bemidvar, del desierto, podamos encontrarnos con el manantial de vida que D”s nos entrega en cada Shavuot.

¡Shabat Shalom!