Shmot – Éxodo 25:1 – 27:19
Haftará: Reyes – (Libro I) 5:26 – 6:13
Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana
Rabino Gustavo Kraselnik
Congregacion Kol Shearith Israel, Panamá
Es inevitable. Se repite cada año y no sé hasta cuándo continuará. Siempre que llega Parashat Trumá, que inicia el proceso de la construcción del Mishkán (Tabernáculo) en el desierto, inmediatamente viene a mi memoria la bella ceremonia de consagración de la nueva sinagoga de nuestra congregación, en marzo del 2006.
En las tarjetas de invitación y en la tapa del cuadernillo que publicamos especialmente para dicha ocasión relucían, en hebreo y en español, las palabras de nuestra parashá: VEASU LI MIKDASH VESHAJANTI BETOJAM, “Me construirán un Santuario y Yo residiré entre vosotros”. (Éxodo 25:8)
Grabadas en mi memoria (y en un archivo de la computadora) permanecen las palabras que pronuncié aquella noche memorable, comentando este pasaje:
Ya el midrash, la interpretación rabínica, presta atención al hecho que el versículo bíblico no dice “Me construirán un Santuario y Yo residiré en él”, sino que dice “Yo residiré entre vosotros”. Y explican los comentaristas (Rabi Moshé Alshej, siglo XVI): “Para enseñarnos que cada persona debe construir un Santuario en su propio corazón, recién entonces, Dios residirá entre vosotros.” Y el rebbe de Kotzk, una de las grandes luminarias del jasidismo, una vez preguntó: “¿Dónde habita Dios?” Y respondió: “En todo lugar en donde lo dejen entrar”. Con ese mismo espíritu, la Tradición judía enseña que la sinagoga no es la casa de Dios sino que es la casa de la Congregación. Nuestro desafío es lograr que Dios se haga presente entre nosotros. Y si pudiera sintetizar mi anhelo para esta nueva sinagoga, les diría que espero que aquí podamos estudiar, que podamos rezar y que podamos compartir juntos los momentos importantes de nuestras vidas. Dependerá de nosotros y de nuestras acciones, lograr que la Presencia de Dios nos acompañe.
Si bien aquellas imágenes me siguen emocionando, con el paso del tiempo y disfrutando ya de la belleza y la calidez de nuestro nuevo hogar, comencé a dirigir mi mirada con mayor atención al comienzo de la parashá: ”Habló Dios a Moisés diciendo: Di a los israelitas que reserven ofrendas para Mí. Me reservaréis la ofrenda de todo aquel a quien su corazón mueva.” (25:1-2)
Mientras que el versículo anterior (25:8) nos explicaba el “para qué” del Mishkán (y del nuevo centro comunitario), este pasaje (25:1-2) se refiere a “cómo” se iba a sustentar la construcción, desde el punto de vista material: “Me reservaréis la ofrenda de todo aquel a quien su corazón mueva”. Evidentemente, no se trata sólo de dar dinero. La clave radica en la motivación del donante. La contribución debía ser “de corazón”.
En ese sentido, podemos afirmar orgullosamente que al igual que en la construcción del Mishkán, también en nuestro caso pudimos hacerlo de esa manera: con las ofrendas voluntarias de nuestros miembros. Fue ese compromiso traducido en aportes monetarios, cada uno de acuerdo a sus posibilidades, lo que permitió hacer realidad nuestro sueño tan anhelado.
Y tuvimos la maravillosa bendición de contar con el liderazgo de nuestro presidente honorario don Alberto Motta z”l, quien a partir de su generosidad y responsabilidad, logró el involucramiento de cada persona, porque como solía decir, “esta sinagoga es de todos”. Fueron su visión y su capacidad de iluminar el camino lo que nos permitió sortear los momentos difíciles y construir nuestro Mishkán, con la humilde pretensión de hacer palpable la presencia de Dios entre nosotros.
Y quizás aquí, en su ejemplo y en su actitud decidida, y en la contribución sincera de todos y cada uno de los que donaron para el nuevo centro comunitario de Kol Shearith Israel, podamos encontrar una genuina lección que nos regala Parashat Mishpatim: Con impuestos se construye una sociedad, con el pago de una cuota se mantiene una comunidad, pero solo con donaciones voluntarias, con ofrendas que emanan del corazón, se puede intentar construir un Mishkán, un verdadero Santuario.
Shabat Shalom,
Rabino Gustavo