Sermón de Rosh Hashaná 5783

Canción Nipaguesh Bajalomot (Nos encontraremos en sueños)

Volveremos a encontrarnos, a mirarnos de nuevo a los ojos. Hay un atasco de plegarias en el camino del cielo, pero la delgada cuerda entre nosotros nunca se cortará. Otra vez nos reiremos por todo, no tendremos elección.

Volveremos a salir de paseo en la mañana del Shabat, volveremos a la rutina perdida. Poco a poco nos levantaremos del sofá, respiraremos el aire, aprendimos con el tiempo que todo es tan frágil.

Hace como dos meses atrás le dije a Nurit que quería esta canción para la primera noche de Rosh Hashaná.

Les confieso que generalmente no me meto en el tema. Nurit puede dar testimonio que a lo largo de los años casi no he intervenido en la selección de canciones para los rezos de Iamim Noraim. A veces le pregunto qué piensa hacer, a veces me pregunta cuál cantar antes y cuál después, cuál en Rosh Hashaná y cuál en Yom Kipur.

Pero esta vez fue diferente, quería está canción, Nipaguesh bajalomot – Nos encontraremos en sueños – para esta noche y para antes del sermón.

Coincidirán conmigo que es una canción bellísima y la interpretación de Nurit es a otro nivel (y créanme que en el internet se pueden escuchar decenas de versiones). Escrita por el compositor israelí Ilai Botner, fue publicada en Youtube el 7 de abril del año 2020. Se convirtió en Israel, y en las comunidades judías del mundo, en la canción símbolo que describía el aislamiento forzado que tuvimos que atravesar cuando comenzó la pandemia del COVID, con un mensaje cargado de ilusión y de esperanza.

Y mientras tanto nos encontraremos en los sueños, estoy contigo en cada hora, en todas las respiraciones, y si estás profundo debajo de la manta, déjame la puerta entreabierta. Yo te envío mis brazos extendidos, ellos te abrazan ahora, te abrazan y solo recuerda un segundo antes de dormirte, que la nostalgia es el pegamento más fuerte del mundo.

Aaah, la nostalgia, que sensación tan poderosa. O melancolía… Saudade dicen nuestros amigos brasileños, y en panameño se dice cabanga (también en Centroamérica). Cabanga. No conocía la palabra, la había escuchado un par de veces sin prestarle demasiada atención, así que fui a buscarla al diccionario de la Real Academia Española y también por supuesto en Google. Descubrí que ingresó al español del misquito, idioma hablado por el grupo indígena del mismo nombre que vivió en la costa caribeña de Honduras y Nicaragua.

Y la razón por la que quise buscarla fue porque alguien me la dijo la semana pasada; más precisamente me dijo “estás acabangado”. Y tenía razón. Como saben hace 10 días dejamos a nuestro hijo Dan en la universidad y eso me tiene con la emoción a flor de piel. Acabangado.

Así que no esperen una reflexión muy intelectual esta noche, la cuestión va por el lado de los sentimientos…

Regresemos a la canción y a la nostalgia de volver a estar juntos que reinaba en aquellos tiempos oscuros. Aquí en Kol Shearith construimos una comunidad virtual. Fue nuestra respuesta ante una situación inaudita, desconocida y llena de incertidumbre. El programa Bidud Beyajad (aislamiento juntos) fue muy exitoso porque nos permitió mantenernos unidos, estar conectados en aquellos tiempos nebulosos, una especie de mientras tanto, hasta que regresar al mundo real, de carne y hueso, fuera posible. Ahí quedó demostrado el poder de la nostalgia, la ilusión de recuperar aquello que habíamos perdido.

Y sigue la canción:

Volverás de nuevo a jugar, a separarnos con un abrazo, el segundo más duro es después de la desconexión, y las puertas de mis lágrimas se abren de par en par de nuevo, porque hay pastel y hay velas, pero no te tengo aquí.

Qué difícil fue estar separados tanto tiempo, celebrar alegrías a la distancia. Tuvimos ceremonias de Bar Mitzvá con un estricto Minián, solo diez personas en la sinagoga, no se permitía más. Y también nos tocaron momentos tristes, de esos en los que son tan necesarios los abrazos de los seres queridos, pero no se podía. Entierros donde solo estaba la familia íntima, rezos de Shivá por Zoom…

Aquel mundo virtual era muy limitado. Pero no solo a nivel personal. Desafiaba también nuestra esencia como comunidad.

Somos una congregación religiosa, nuestra razón de ser es congregarnos, estar juntos para compartir y celebrar, reunirnos para rezar, para estudiar, abrazarnos y también llorar juntos. De eso se trata la vida comunitaria.

Y durante la pandemia, esa dimensión comunitaria tan esencial, tan fundamental para una vida judía plena, quedó reducida a su mínima expresión. Durante un año compartimos rezos de Shabat por Zoom y sí, el Zoom resolvía lo básico, pero estaba lejos, muy lejos, de acercarse al ideal.

Por eso la nostalgia por volver a estar juntos, porque la esperanza nacía de saber que aquello era pasajero, que finalmente íbamos a superar la plaga y volveríamos a reunirnos, a rezar juntos, a abrazarnos…

Volveremos a encontrarnos, nos recostaremos simplemente sobre nuestras espaldas, no daremos nada por sentado y si sentimos también que pasaron un millón de años seguiremos, como si nada hubiera cambiado.

¿Seguiremos como si nada hubiera cambiado? ¿Estamos siguiendo como si nada hubiera cambiado?

La pandemia ya quedó atrás. Hace unas semanas el gobierno levantó las últimas restricciones y la vida ha vuelto a la normalidad; pero no estoy seguro de que podamos seguir como si nada hubiera pasado.

El COVID se llevó a familiares y amigos, varios queridos miembros de nuestra congregación. Habiendo pasado la crisis sanitaria comienza a ser evidente el impacto económico de la larga cuarentena. Para muchos el COVID también se llevó parte de sus ahorros y obligó a postergar la realización de sueños y proyectos. En este tiempo se fueron del país 18 familias de la congregación, la mayoría de ellas muy activas, buscando nuevos horizontes. Una perdida dolorosa para nosotros. El COVID se llevó también dos años de nuestra vida y modificó totalmente nuestros hábitos; muchos de ellos afectan directamente la vida comunitaria.

Y de eso quería hablarles esta noche. Porque la gran paradoja que tenemos que enfrentar en esta etapa post COVID es ¿qué nos pasó? ¿Que nos pasó que cuando volvimos a la normalidad, la nostalgia por estar juntos no se tradujo en una asistencia masiva a las plegarias? La ilusión de volver a reunirnos para compartir y celebrar fue solo una expresión de deseos que no se termina de comprobar en la realidad.

Y estas son las preguntas que quiero hacerte en estos Iamim Noraim, en estos días de Rosh Hashaná y Yom Kipur, ¿acaso perdimos el hábito de vivir en comunidad? ¿Acaso el COVID también se va a llevar la dimensión comunitaria de nuestras vidas? ¿La necesidad de estar juntos desapareció cuando ya no fue obligatorio estar aislados?

Sin duda, uno de los aspectos más dramáticos de la pandemia fue la soledad, el aislamiento; y la incongruencia es que en esta etapa post COVID pareciera ser que nada ha cambiado. Nos da pereza salir de nuestra casa, nos da pereza venir a la sinagoga, nos da pereza compartir… Nipagesh Bajalomot, nos encontraremos en sueños dice la canción, y aún hoy parece que preferimos encontrarnos en sueños y no en la vida real.

Así que estamos obligados a preguntarnos en esta noche sagrada si fue el COVID un punto de inflexión en nuestras vidas o si por el contrario aceleró el proceso de individualización, de desconexión comunitaria.

Porque si verdaderamente este nuevo estilo de vida va a mantener un bajo nivel de interacción, de participación en la vida de la congregación, debemos saber que nuestra esencia judía está amenazada, ni más ni menos.

Como congregación, – esto es importante que todos lo tengamos presente – no nos dedicamos a ofrecer servicios religiosos, no somos una plataforma que brinda respuestas religiosas ante una necesidad determinada. Nuestra misión es construir comunidad, es generar ese entramado social que nos lleva a compartir la vida y dotarla de un sentido de trascendencia.

Nos necesitamos mutuamente. Y eso es algo profundamente judío. Subyace en uno de los conceptos más poderosos de la experiencia judía: el Minián. Ciertos rezos no se pueden recitar sin Minián, ciertas ceremonias no se pueden realizar si no hay un Minián; en efecto, no se puede vivir una vida judía plena sin Minián, sin comunidad.

Esa fue la clave para la supervivencia de nuestro pueblo a lo largo de los siglos y créanme que también lo es para nosotros. Pero lamentablemente nuestros Minianim están debilitados. La asistencia a los rezos de Shabat se redujo en un 50% y el Minián de los jueves no pudo volver a reunirse (por falta de quorum).

En todas nuestras actividades el nivel de asistencia está por debajo del que teníamos antes de la pandemia. Esto es una secuela del COVID, una secuela mental que pareciera prolongarse en el tiempo…

Por eso quisiera invitarlos a percibir en este Rosh Hashaná y en Yom Kipur el profundo impacto que significa ser parte de una comunidad. Fíjense, las plegarias del Majzor están en plural. No somos individuos rezando juntos, somos una comunidad, somos un colectivo rezando juntos. Sientan la fuerza que emana a su alrededor al compartir la experiencia litúrgica, al sentir a la congregación entonar juntos las plegarias.

Cuando diseñamos la sinagoga tuve el privilegio de escoger la frase que puesta allí arriba sirviera de referencia permanente para la congregación. Da lifnei mi ata omed – Sabe frente a quien estás parado.

Tomada del Talmud, esa frase nos recuerda la imperiosa necesidad que tenemos unos de otros en nuestra vida espiritual.

Sabe frente a quien estas parado. La presencia de Dios se hace manifiesta solo cuando la congregación está reunida, porque como hemos explicado tantas veces, la sinagoga no es la casa de Dios, sino que es el Beit Hakneset, la casa de la comunidad, la casa de la reunión.

Somos una Kehilá Kedoshá o un Kahal Kadosh, una congregación sagrada. La santidad radica en el colectivo, no en el individuo. El sentido de trascendencia no proviene del rabino ni de sus miembros más destacados, sino de percibir la presencia de Dios cuando estamos juntos. Por eso insisto: nos necesitamos.

Nos necesitamos físicamente, necesitamos la presencia de cada uno para cumplir nuestra misión de ser una Kehilá Kedoshá.

La comunidad virtual es cosa del pasado. Dejemos de ser observadores pasivos, abandonemos las secuelas mentales del COVID y comencemos a ser protagonistas, participes activos de nuestras vidas. Dejemos la nostalgia y abracemos el presente con todas nuestras fuerzas. No quiero que nos encontremos en sueños, quiero verte aquí, más seguido, más activo, más comprometido.

Una de las plegarias más emblemáticas de los Iamim Noraim es el Unetane Tokef. “En Rosh Hashaná se inscribe nuestro veredicto y en Yom Kipur queda sellado. ¿Quién vivirá y quién morirá?”

No estoy seguro de compartir esta idea de la plegaria de que en estos días se define quien va a vivir y quien va a morir. Lo que sí creo, y lo creo con toda mi alma, es que en estos días sagrados cada uno decide que clase de vida quiere vivir.

Es tu decisión. Pero recuerda que tu decisión me impacta a mí, nos impacta a todos.

Te necesitamos. Para ser una congregación sagrada te necesitamos.

Te necesitamos activo y comprometido. Participando, asistiendo, estando juntos.

No nos encontremos en sueños sino aquí, en el mundo real de carne y hueso.

La palabra locura significa, según la tercera acepción que da el diccionario de la Real Academia Española, “Acción que, por su carácter anómalo, causa sorpresa.” Así estamos, un año y medio después del comienzo de la pandemia, todavía sorprendidos viviendo una situación anómala que no termina por definirse.

En esta noche sagrada, en este Yom Hadín, este día del juicio en que estamos parados ante la presencia de Dios, les comentó, aquí entre ustedes y yo, que estuve procrastinando la escritura de este sermón a tal punto que pensé que no iba a poder pensarlo y expresarlo como a mí me gusta, escogiendo atinadamente cada palabra.

¿Será que me estoy poniendo viejo? ¿Será que después de 25 años de rabino ya no tengo nada interesante que decir? ¿O Quizás al estar parado frente a la congregación en Rosh Hashaná por vigésima oportunidad (así es, cumplo 20 años de Rabino de Kol Shearith el próximo marzo) ya no soy capaz de presentar algo relevante e inspirador? ¡Qué angustia!

Ideas que van y vienen en mi cabeza, clásicos de Rosh Hashaná. Algún cuento bonito, algunas conexiones, pero la verdad es que no tengo claro, o, mejor dicho, no tenía claro, cual debía ser el enfoque y el contenido para este sermón tomando en cuenta las circunstancias tan extraordinarias que estamos atravesando. ¿Acaso podemos hablar de los temas de siempre, la misericordia de Dios, la liturgia, nuestra teshuvá, en medio de toda esta locura?

Durante los días previos, incluso hoy mismo, mucha gente me preguntaba si vendría mucha gente a la sinagoga. No tengo la menor idea. Por primera vez me cuesta leer la situación de los miembros de la congregación. Tantas variables, tanta imprevisibilidad…

¿Debíamos abrir la sinagoga chica, y el salón Melhado chico? La asistencia al rezo presencial no se trataba solo de un tema logístico, era y es una inquietud mucho más compleja sobre la situación en la que nos encontramos con relación al COVID-19.

¿Estamos ya comenzando a dejar atrás la pandemia y retornando al mundo presencial pleno? En ese caso el sermón debería enfocarse en la necesidad de reconstruir hábitos, de participar de la vida comunitaria y, a la vez en recalcar la importancia de actuar con empatía y solidaridad hacia aquellos que quedaron afectados en su situación, aquellos que vieron reducidos sus ingresos como consecuencia de la pandemia. Sin duda se avecinan tiempos difíciles que requerirán nuestro compromiso como individuos y como congregación.

¿Y si la pandemia no está terminando, sino que estamos en una pausa ante la llegada de una nueva ola como consecuencia de la variante Delta o cualquier otra letra del alfabeto griego? Quiera Dios que no sea este el escenario, pero escuché de varios colegas en Estados Unidos que han debido suspender los rezos presenciales de Rosh Hashaná y de Yom Kipur este año por el dramático aumento de casos. Quiero creer que el índice de vacunación y el respeto a las normas de bioseguridad que hemos tenido impidan la llegada de una nueva ola, pero de ser esa la situación, ¿será que el mensaje de Rosh Hashaná debiera intentar renovar la esperanza de la gente y comprometerla a mantenerse conectada de manera virtual, como hemos hecho durante los últimos 18 meses?

¡Cuánta incertidumbre! Y posiblemente lo peor del caso es que recién dentro de algunas semanas podremos saber en qué situación nos encontrábamos hoy. Si estábamos saliendo de la pandemia o en una pausa entre dos picos. Demasiado complicado.

Quizás en medio de esta locura lo más sensato ante esos dos escenarios tan disimiles, tan diferentes hubiera sido hacer dos sermones para esta noche de Rosh Hashaná, uno para cada escenario… dos sermones para esta noche creo que sería pedir demasiado, no para mí, sino para la congregación.

Allí me di cuenta de que esa era mi dificultad para escribir este sermón. ¿qué decir cuando no está firme el lugar sobre el que estamos parados? ¿Qué hacer frente a semejante incertidumbre? Estaba atascado. Y como siempre ocurre, al menos en las películas de Hollywood, la inspiración llega en el momento adecuado.

Llevo varios días leyendo el libro “Los errantes” de la escritora polaca Olga Tokarczuk, premio nobel de literatura en 2018, donde hay una serie de relatos de distintas dimensiones sobre experiencias de viaje. Y allí encontré un brevísimo cuento llamado “Bolsa de mareo.” En el relata que en un vuelo entre Varsovia y Ámsterdam encuentra escrita una frase en el fondo de la famosa bolsa que se coloca en los respaldares del avión para cuando uno está mareado: “12-10-06 Vuelo a ciegas a Irlanda. Destino Belfast. Estudiante de la universidad politécnica de Rzeszow.”

La autora se pregunta con toda curiosidad que tal habrá resultado la vivencia de este estudiante que dejaba su ciudad para ir a una experiencia académica en el extranjero. Anhelaba encontrar la respuesta en otra bolsa de mareo en algún viaje futuro, pero eso, afirma la autora resignada, eso no va a ocurrir porque tal como lo escribe: “Se que solo la inquietud y la incertidumbre inducen a escribir en bolsas de mareo. Ni la derrota ni el mayor de los éxitos estimulan la escritura”.

Fue una suerte de revelación.

Y en una especie de bolsa de mareo imaginaria me comenzaron a aflorar las ideas. Comprendí que es precisamente la incertidumbre la que demanda un mensaje, es la angustia de la inquietud la que nos obliga a decir algo relevante.

Posiblemente en un formato diferente, de una manera distinta, coincidirán conmigo que a nadie se le había ocurrido que se podía hacer en una bolsa de mareo, pero es en situaciones de zozobra, de intranquilidad y de nerviosismo, cuando en verdad las palabras se vuelven imprescindibles. Es en medio de tanta locura cuando se requiere un poco de lucidez.

Otra vez la locura. Y vuelvo a nuestro video de los “Locos Adams.”

Llevamos años haciendo videos de saludo de Rosh Hashaná, de todo tipo. Algunos más sofisticado, otros más sencillos; a veces con la participación de la gente de la congregación, otras con niños y jóvenes; algunos con melodías más pegadizas, mensajes más simpáticos y por lo general siempre son recibidos de manera muy positiva. Pero el de este año superó todo lo anterior. Recibimos decenas de comentarios en persona, por WhatsApp, en las redes diciéndonos cuanto les había gustado el video imitando a los locos Adams.

Y yo creo que el video gustó – y esta es una interpretación muy personal – no solo por ver a todo el equipo de la congregación interpretar tan bien a los personajes de la serie sino además porque el mensaje que envía es el único mensaje sensato que se puede afirmar en medio de toda esta locura que estamos viviendo.

Y entonces caigo en cuenta que ahí estaba mi sermón, adentro del video estaba mi sermón de esta noche. En un formato diferente al habitual, casi imperceptible, testimonio de la incertidumbre de estos tiempos

Les cuento; Nurit grabó la canción, Ruthy hizo el video, un talento nuevo que descubrió gracias a la pandemia, entre ambas escribieron la canción y todo el equipo se encargo de los atuendos. Mi único aporte fue el mensaje con el que abre y cierra el video ¿lo recuerdan?

El video empieza con la imagen de las palabras Kol Shearith Family en una tipografía similar a la de los “Locos Adams”, eso es mérito de Andrea, nuestra Community Manager, y una frase que dice: “No hay duda de que el 5781 fue un tiempo de locos…” (la frase original decía un año de locos pero esa fuente no tenía letra ñ y por ese tuvimos que cambiarla, esa es otra historia)

Después viene la canción con esas imágenes tan divertidas y esos efectos en blanco y negro que lo hacen parecer como si fuera la original de 1964, y al final, retomando el texto de apertura dice: “Y quizás este 5782 que comienza también sea un poco loco, pero lo más importante es que estemos juntos.”

Este es mi mensaje para esta noche: Lo más importante es que estemos juntos.

Quizás suene demasiado simple para una jornada cargada de tanta solemnidad. Es posible. En mi defensa puedo alegar que no se puede ser muy sofisticado escribiendo en una bolsa de mareo.

Puede que sea simple, pero créanme que es mi convicción más profunda.

En estos tiempos tan complejos y desafiantes para cada uno de nosotros, la esperanza radica en saber que vamos a seguir estando juntos, apoyándonos y compartiendo la vida como lo hemos hecho siempre

Ante la incertidumbre del futuro que tanto nos inquieta debemos recordar que es nuestro compromiso recíproco de seguir construyendo juntos esta vida en común, el pilar al cual debemos aferrarnos.

Cuento contigo, y contigo y con cada uno. Nos necesitamos

No tengo la menor idea de cómo sigue esta historia, si estamos llegando al final del túnel o todavía nos queda un tiempo más en la oscuridad. Lo que si se es que si estamos realmente juntos seremos capaces de atravesar la tormenta y llevar el barco a tierra firme.

Shaná Tová y que seamos inscriptos en el Libro de la Vida.