Rabina Daniela Szuster
Congregación B´nei Israel, Costa Rica
«El Principito fue a ver a las rosas a las que les dijo: no son nada, ni en nada se parecen a mí rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie…
….Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podría creer indudablemente que mi rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos y es ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mí rosa, en fin.» (Extraído de “El Principito”).
De alguna manera, se podría entender el concepto de Kedushá judaico a partir de las hermosas y profundas palabras del famoso Principito hacia su rosa amada. Se suele asociar la «santidad» con la esfera celestial, con algo muy elevado y lejano a nosotros. Sin embargo, es más apropiado pensar la Kedushá en la manera en que el Principito concebía a su rosa, en el mundo terrenal. La palabra Kedushá conlleva el significado de separar, distinguir, consagrar. El Principito elige una rosa entre todas las rosas y se consagra a ella. Consagrarse implica el esfuerzo de cada día de cuidarla, de protegerla, de alimentarla y de preocuparse constantemente por su bienestar.
El tercer ejemplo es nuestro Sefer Hakodesh, el libro de lo sagrado, la Torá. Nuestro pueblo ha elegido consagrarse a un libro entre todos los libros de la humanidad. El libro que nos guía, nos da mensajes de vida y sobre todo, nos une con el pasado, presente y futuro de nuestra tradición.
El Kidush, Kidushin y Séfer Hakodesh, son ejemplos de cómo piensa nuestra tradición la vida de todos los días. A esto llamo filosofía de vida de Kedushá: que nuestras miradas, acciones, pensamientos y sentimientos puedan diferenciar, separar y distinguir lo sagrado de lo profano. Puedan santificar elementos y momentos que finalmente hacen que nuestra propia vida sea sagrada.
En el mundo que hoy nos toca vivir, miles de imágenes nos quieren convencer que lo sagrado se asocia a la muerte, a la venganza y el odio. El concepto de lo sagrado es trastocado y profanado. En nuestra tradición, la Kedushá está relacionada a la vida, a la elevación y veneración de la misma. Y parafraseando al Principito, que la rosa sea nuestra rosa y no una más, sólo depende de nuestro accionar, de si la elegimos entre todas las rosas y nos consagramos a ella.
Quiera D»s podamos consagrarnos a nuestra bella rosa con alegría y devoción, podamos ser Kedoshim, santificar cada instante de nuestra vida y vivir vidas sagradas, plenas de sentido. Además, que tengamos la capacidad de transmitir a nuestros hijos una vida de Kedushá y que también ellos puedan santificar y consagrarse a la tradición judía como lo hicieron nuestros antepasados durante miles de generaciones.