Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana
Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B’nei Israel, Costa Rica
La Torá nos cuenta que no fue le fue fácil a Iaakov el reencuentro. De hecho, él teme por su vida y por la de su familia, y se prepara para lo peor. Envía mensajeros a su hermano, le manda regalos y divide su campamento en forma estratégica, por si llegara a sufrir un ataque. Como todos sabemos, la historia tiene un final feliz, aun cuando los dos hermanos ya no volverán a vivir juntos.
Lo que me interesa rescatar aquí es el coraje de Iaakov. Es verdad que D”s le ordena volver a la tierra de Israel, pero de ninguna manera le dice que debe reencontrarse con su hermano ni hacer las paces con él. En realidad, es una decisión personal de Iaakov, quien seguramente deseaba cerrar la herida abierta que le había dejado la áspera relación con su hermano.
Creo que la actitud de Iaakov es ejemplar: él no es un mártir que se expone a lo peor, sino que se resguarda por si el reencuentro no sale bien. Pero por otra parte, tampoco es un cobarde que prefiere eludir a su hermano para siempre. Si pienso en las personas y familias que conozco, la mayoría suele optar por uno de estos dos extremos. Se pasan la vida buscando la oportunidad para “matar o morir”, o viven continuamente intentando evitar a quien prefieren no ver.
Estoy seguro de que todos nosotros tenemos alguna historia personal o familiar al respecto, de gente que se distanció por algún motivo y ya nunca se volvió a ver. A veces por razones dolorosas, a veces por tonterías. Pero sea cual fuere la razón, lo que más nos cuesta a todos es el reencuentro, el enfrentarse con los fantasmas del pasado. Esa es la parte más difícil.
A Iaakov le costó veinte años, no crean que le fue tan fácil. Tuvo que vivir veinte largos años lejos de su casa y tierra natales, para animarse a enfrentar su pasado. Tuvo que luchar con un ángel, quizás símbolo de su hermano, o quizás enfrentarse a sí mismo, antes de reencontrarse con Eisav. Algunos pueden pensar que el resultado no fue tan bueno, ya que después de todo, nunca más volvió a tener una relación fraternal con su hermano. Pero en realidad, lo más importante es que, desde ese momento, pudo volver a vivir en paz, sin sentir que algo le pesaba, sin escapar constantemente de algo o alguien.
Creo que la actitud de Iaakov nos enseña una lección de vida: no es posible evadir eternamente nuestro pasado, nuestros fracasos, peleas y frustraciones. En cierto momento debemos armarnos de coraje y humildad, y enfrentarlo. Sólo así podremos sonreír nuevamente, dejando atrás la pesada carga de la evasión.
Rabino Rami Pavolotzky
Muchas gracias!!!