Parashat Vayerá

Bereshit – Génesis 18:1-22:24
Haftará: Melajim Bet – II Reyes 4:1-37
Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la parashá de la semana
Rabina Daniela Szuster
Congregación B´nei Israel, Costa Rica

Mitzvat Ajnasat Orjim: animándonos a la hospitalidad


«Se le apareció a Abraham, Adonai, en el encinar de Mamré y él estaba sentado a la entrada de la tienda, cuando calentaba el día». (Bereshit 18:1). Cuenta el Midrash que D»s visitó a Abraham porque éste se estaba recuperando de su Brit Milá (Talmud Baba Metzia 86b). ¿Y qué hacía Abraham? Cuenta la Torá que estaba sentado a la entrada de su tienda. Los sabios comentan que era tan importante para Abraham el poder ayudar a los viajantes dándoles de comer y beber, que pasaba horas en la puerta de su tienda para poder ser hospitalario con ellos. Aún estando convaleciente.

«Alzó sus ojos y vio he aquí tres hombres de pié junto a él. Los divisó y corrió hacia ellos desde la entrada de la tienda y se prosternó a tierra. Tráigase ahora un poco de agua y lavad vuestros pies y reclinaos bajo el árbol. Y yo tomaré un trozo de pan y restauraréis vuestro corazón…». (Bereshit 18:2,4,5). Esto es lo que hizo Abraham cuando vio a estos tres hombres y es lo que hacía cada vez que divisaba alguien cerca de su hogar. No llamaba a sus siervos, sino que él mismo se ocupaba de darles de comer y de atenderlos.

De esta acción de Abraham, nuestra tradición entiende la importancia de recibir invitados a nuestras casas, y se ha transformado en una Mitzvá llamada Ajnasat Orjim. La palabra Ajnasat proviene del verbo leajnis, que significa “introducir”, hacer que alguien entre a un lugar.

Cuenta un Midrash que Iov, hombre justo y creyente, quien había sufrido varias desgracias en su vida, también se dedicaba a recibir gente en su casa. Pero el Midrash hace una diferencia entre la actitud de Iov y la de Abraham. Dice que Iov, abría siempre sus puertas de par en par esperando que alguien llegara a su casa, en cambio Abraham, salía de su casa para invitarlos a que ingresaran. No solo esto sino que también ponía varias tiendas a la vera de los caminos, con comida y bebida, para que los viajantes entraran, comieran, bebieran y bendijeran a D»s. En esto radica la grandiosidad de nuestro patriarca, que no esperaba que viniera la gente, sino que él mismo salía a buscarla. Además, los sabios aprenden de Abraham que la Mitzvá de Ajnasat Orjim es tan importante, al punto que es preferible practicar ésta a recibir a la Shejiná, presencia divina. ¿De dónde lo deducen? Como mencioné al principio, D»s fue a visitar a Abraham y Abraham, en cuanto vio a los tres hombres, salió a recibirlos.

La mitzvá de Ajnasat Orjim no consiste solo en invitar gente a nuestra casa, sino en tratarlos de la mejor manera posible. Un Midrash cuenta que cuando el rey Shlomó estuvo en el exilio, solía comer en dos hogares distintos, uno rico y otro pobre. En el hogar del hombre rico recibía abundante alimento y comodidades, pero se le recordaba constantemente su infortunada situación. En el hogar del hombre pobre, en cambio, se le hacía sentir sumamente cómodo y tranquilo, como si fuera un miembro de la familia y no un intruso. Al concluir esta experiencia, dijo Shlomó: «Es mejor un plato de hierbas comido en el hogar de un pobre donde existe amor, que la carne de un buey cebado en establo ofrecido por el hombre rico, que no hace más que recordarme mi mala fortuna».

Esto nos enseña que, cuando invitamos a alguien a nuestro hogar, debemos hacerlo sentir como parte de la familia, y evitar que se sienta incómodo y espere el momento de poder marcharse. En la sociedad moderna en que vivimos, el individualismo es el principio que muchas veces rige nuestras vidas. Cada uno hace su vida y no sabe nada acerca de su vecino. Nos cuesta invitarnos unos a otros. El judaísmo nos propone vivir en una comunidad y conocernos, invitarnos y ayudarnos. Si hacemos un sondeo y le damos a cada uno de los miembros de nuestras congregaciones una lista de todos los miembros, habría que ver cuántos conocen de los que allí aparecen. El desafío es animarnos a ser hospitalarios, abriendo nuestras casas, nuestro tiempo y nuestros corazones.

Viajando por Costa Rica, me ha llamado la atención cómo la mayoría de las casas están construidas de un modo similar. Todas tienen un lugar para estar fuera de la casa, techado por la lluvia y con dos sillas. Se asemejan a la tienda de Abraham, cuando estaba sentado a la entrada esperando a que alguien apareciera para ir a invitarlo. No hace falta tener este tipo de casa, pero sí la actitud y la disposición de recibir gente en nuestro hogar, cumpliendo con la Mitzvá, tan importante y preciada por nuestro patriarca Abraham, la Mitzvá de Ajnasat Orjim.

Shabat Shalom!

Rabina Daniela Szuster