Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana
Rabino Gustavo Kraselnik
Congregación Kol Shearith Israel, Panamá
Confieso que siempre me incomoda un poco enfrentar la historia de Pinjás. En su lectura lineal podría ser una suerte de apología del extremismo religioso.
Al final de la Parashá pasada, cuando el ritual orgiástico pagano del que participaban los hombres de Israel con las mujeres de Moav es trasladado al centro del campamento israelita por Zimri, príncipe de la tribu de Simeón, y Kozbi, hija de un destacado líder midianita, Pinjás interviene atravesando a ambos con una lanza. (Núm. 25:6-8)
A simple vista la Torá reconoce su mérito. Su decidido accionar detiene la plaga (que costó la vida a 24.000 israelitas) y al comienzo de nuestra Parashá es recompensado con un Brit Shalom – un Pacto de Paz – y además se le concede a él y a su descendencia el sacerdocio perpetuo.
A tal punto Pinjás es percibido como un defensor de la ortodoxia religiosa, que, durante la época de Josué cuando las dos tribus y media que se establecieron del otro lado del Jordán comenzaron a construir un altar para hacer ofrendas a Dios, las otras tribus enviaron una delegación liderada por el propio Pinjás para ver que tan “kosher” era lo que estaban haciendo. (Jos. Cap. 22)
Me incomoda la historia de Pinjás porque en una asociación veloz puede ser utilizada para legitimar el uso de la violencia en nombre de Dios. Nuestra propia realidad nos enseña que ser como Pinjás pareciera estar de moda. Cuantos líderes religiosos se pavonean con su lanza (física o virtual) a flor de piel, dispuestos a atravesar a todo aquel que piensa o actúa diferente…
No me gusta Pinjás pero me consuela saber que tampoco los sabios apreciaban su accionar. En una apasionante discusión en donde amplían lo narrado en la Torá, el Talmud de Babilonia (Sanhedrin 82a) termina afirmando que su proceder fue correcto, pero no se debe aprender nada de él ni utilizarlo como precedente.
Y el Talmud de Jerusalem (id. 48b) afirma que Pinjás actuó contra la voluntad de los sabios y en opinión de uno de ellos incluso quisieron excomulgarlo, pero la intervención del espíritu divino garantizándole el pacto para sus descendientes lo impidió.
Los Masoretas (siglo VII al X), aquellos maestros que fueron los encargados de consolidar y definir los detalles precisos del texto bíblico y su escritura, también dejaron sutilmente su opinión crítica sobre el tema.
Por un lado, escribieron más pequeña la letra Iod del nombre de Pinjás al comienzo de la Parashá (Num. 25:11) dando a entender que cuando actuamos con violencia – aun justificada – la presencia de Dios, representada por la letra Iod, se ve disminuida; por el otro, la letra Vav de la palabra Shalom – paz- en el versículo siguiente, está quebrada, recordándonos que una paz que se obtiene por medio de la violencia no es una paz íntegra.
Algunos comentaristas medievales ven la concesión del sacerdocio a Pinjás como un antídoto más que un reconocimiento, a su radicalismo. El Jumash Etz Haym cita al Ktav Sofer (Eslovaquia, siglo XIX): “Él tendrá que curarse a si mismo de su temperamento violento si va a querer cumplir su función de Cohen.”
Y en una lectura más sutil, me atrevería decir que la propia Torá tampoco comparte demasiado el actuar de Pinjás. En nuestra Parashá, que lleva su nombre, Moisés escoge a Josué (y no a Pinjás) como su sucesor, “un hombre en el cual reposa el espíritu” (Id. 27:18). Además, se nos presenta el caso de las hijas de Tzlofajad, quienes víctimas de una tremenda injusticia (no les permitían heredar las tierras de su padre) plantean a Moisés su queja de manera muy correcta y civilizada, obteniendo un resultado favorable. Así, nos demuestran que la resolución pacífica de los conflictos es una vía legítima y deseable.
En la memoria histórica de nuestro pueblo, puede que Pinjás haya quedado registrado como un defensor celoso de la fe, pero nunca se convirtió en un ejemplo a imitar.
Nuestros arquetipos son Abraham y Moisés, aquellos cuyas armas fueron la educación y el compromiso con la ley y que tenían sus convicciones tan firmes, que fueron capaces de discutir con el propio Dios.
Shabat Shalom
Gustavo