OPINIÓN. Sin duda, la designación de José Luis Lacunza como cardenal debe ser motivo de orgullo para todos los panameños. Hago extensiva la felicitación a él y a toda la Iglesia panameña. Estoy seguro de que la elección hecha por el papa Francisco es un reconocimiento a la larga y destacada trayectoria de Lacunza. Su valioso aporte en nuestro país ha trascendido los espacios religiosos y ha sido un pilar en la educación, en el compromiso ético y en el deseo de construir una sociedad más justa y solidaria. Lacunza es además un hombre de diálogo, y en ese sentido el Papa tendrá un socio importante en su aspiración de fomentar una cultura del encuentro, propia de los tiempos que nos tocan vivir. Su nombramiento es también una distinción a la Iglesia panameña, que sigue siendo factor importante en la constitución del entramado social en nuestro país, y también me atrevería a decir –saliéndome un poco del análisis lineal-, una distinción a todos los líderes religiosos del país por su involucramiento en la realidad nacional, promoviendo siempre la conversación y el entendimiento.